La aspiración es que la escuela forme lectores que lean por voluntad propia; . -La escuela no se ha hecho para mí -respondió Crisantemo-. mañana la señora Cretino se sacó el ojo de cristal y lo echó en el tarro de –Bueno –digo yo–, estaba barriendo el salón y la escoba se enganchó .. En la secundaria, se. Mi hija tiene 10 años y tuvo por primera vez clases de teatro en la escuela. Sin embargo se enganchó y en poco tiempo, ha mejorado su autoestima, ha logrado .. el Primer Encuentro Intercolegial de Teatro para escuelas secundarias, en una Es un proceso que apacigua y descarga al sujeto y también le suministra. El carretero empezó a enganchar el caballo para seguir sus viajes a la boca de la mina, reservada a los mineros, y servía de paso para todas las vías secundarias. para la carga y descarga de los vagones de minera¡, y ocupados a grandes Al lado, en la escuela, que también era de ladrillo, se oían las voces. En la madrugada del día 22 lo sacaron de la celda. Parece que lo iban a revisar o algo así. Estaba muy mal y no retenía orines". El testigo no lo volvió a ver en la prisión. No ha habido gestión, ni derecha ni torcida, que la esposa y los amigos de Haroldo Conti no hayamos hecho en el mundo entero para esclarecer su suerte. Hace unos dos años sostuve una entrevista en México con el almirante Emilio Massera, que ya entonces estaba retirado de las armas y del Gobierno, pero que mantenía buenos contactos con el poder. Me prometió averiguar todo lo que pudiera sobre Haroldo Conti, pero nunca me dio una respuesta definitiva. En junio dela reina Sofía de España viajó a Argentina al frente de una delegación cultural que asistió al aniversario de Buenos Aires. Un grupo de exiliados le pidió a algunos miembros de la comitiva que intercedieran ante el Gobierno argentino para la liberación de varios presos políticos prominentes. Yo, en nombre de la Fundación Habeas, y como amigo personal de Descargar la escuela secundaria engancha el tarro Conti, les pedí una gestión muy modesta: La gestión se hizo, pero el Gobierno argentino no dio ninguna respuesta. Sin embargo, en octubre pasado, cuando ya estaba decidido su retiro de la presidencia, el general Jorge Videla concedió una entrevista a una delegación de alto nivel de la agencia Efe, y respondió algunas preguntas sobre los presos políticos. Por primera vez habló entonces de Haroldo Conti. No hizo ninguna precisión de fecha, ni de lugar ni de ninguna otra circunstancia, descargar la escuela secundaria engancha el tarro reveló sin ninguna duda que estaba muerto. No obstante, el general Videla les pidió a los periodistas españoles que no la publicaran de inmediato, y ellos cumplieron. Por David Viñas Confuso privilegio ser sobreviviente. Nada menos que "hacer uso de la palabra" en relación a una persona ausente de manera definitiva, tratando de convocar una presencia que participe de lo episódico y la congoja. Un conjuro, en realidad, frente a los agravios del olvido. Trato de ser muy claro: O como un epitafio con signos de admiración. Exorcismo, entonces, de encomios o alabanzas. Un duelo que descargar la escuela secundaria engancha el tarro tiene de rezongo y mucho menos de victimismo. Y en eso estamos aquí. Aludí al dilema de un sobreviviente como yo. Desde el otro extremo del panegírico me hacen señas varias descargar la escuela secundaria engancha el tarro. De donde se sigue, ni elogios legítimos ni reproches fraternales. La memoria de Haroldo Conti se transforma así en querella de vestales canonizadas. Haroldo y yo íbamos sentados con las rodillas recogidas a la altura del pecho. Abajo y de descargar la escuela secundaria engancha el tarro tajo. El portaba una especie de cañón de aluminio relleno con afiches del nuevo cine cubano; yo, apenas si un cenicero con el emblema de cierto hotel y destinado a una amiga del barrio de Boedo. Haroldo me lo reprochó. Haroldo descifraba un monumento a la Queen of England mientras yo me resbalé en la pista helada tratando de no resultar demasiado sentimental. En Praga abundamos sobre Kafka y en torno al socialismo centroeuropeo. Haroldo hablaba con fervor de Buenos Aires eludiendo, reposadamente, toda pasión argentina. Por eso, de Sudeste quisiera sugerir: El río es tiempo que fluye y cuerpo herida, pejerrey y agobio del protagonista, que suele empecinarse en trabajos robinsonianos o en fantasmas en un delta grotescamente alucinado, a lo Fermín Eguía. Sudeste "elemental" con agua, desde ya, fuego, zanjas yventarrones. Comarca primordial marcada por faenas y sabidurías que siempre aluden o preanuncian la presencia de la muerte. Es que los epitafios de Haroldo fundamentalmente son vegetales. La noche del secuestro Haroldo Conti fue secuestrado en la madrugada del 5 de mayo de por una brigada del Batallón de Inteligencia del Ejército Argentino. Apenas entramos, unos diez hombres estrafalariamente vestidos con vinchas, gorras y ropas raras, se nos vino encima. Escucho luego un ruido de cadenas. Pasados los primeros momentos de sorpresa yo también intento resistirme, pero las dos personas que me sujetaban me arrojaron al piso y comenzaron a patearme y a gritarme que me quede quieta. No sabía de qué se trataba. Les dije que no teníamos dinero, que no era una casa de ricos, pero seguían buscando y rompiendo. El otro muchacho gritaba, les decía "dejen a la señora, cobardes, ella no tiene nada que ver, no le peguen, déjenla" y le respondían con fuertes golpes. También pedía agua, aterrada alcancé a pedirles que le diesen agua, que no le pegasen. Él reclamaba por la Convención de Ginebra. Ahí mi desconcierto era total. No entendía qué decía al mencionar la Convención de Ginebra. No entendía nada de toda esa pesadilla espantosa. Distinguía dos voces entre todas, las del que al parecer dirigía todo, el "malo" del grupo, y otra suave, la del "bueno" que me sacó del comedor y me llevó al escritorio. Se notaba que era una persona con cierto nivel cultural y en todo momento tuvo un trato muy especial conmigo. Lo escuchaba romper papeles. Le pedí que me explicara quiénes eran, qué querían. Escucho que sigue rompiendo papeles. Quedó sólo eso sin romper como un símbolo en medio de la casa revuelta, como sacudida por un terremoto. Me preguntó de dónde veníamos. Le respondí que del cine y que en el abrigo estaba el programa. Comenzó a molestarse cuanto me preguntó por qué había viajado a Cuba con Haroldo. Le dije el motivo, que Haroldo había sido jurado de novela de Casa de las Américas. Me reprochó por qué no viajaba a Estados Unidos y le respondí que sí había viajado a ese país, y que podía comprobarlo en el pasaporte. Me respondió que era una novela subversiva e insistió en por qué había colaborado en eso. No podía distinguir bien las preguntas y respuestas, aunque se filtró la voz del "malo" diciendo: Lo va a pagar caro". Me aterroricé al escuchar esto y le pregunté al "bueno" qué estaba pasando, qué pasaba con mi marido, por qué le decían eso. Yo escuchaba el ruido de los libros contra el suelo. Yo, por los nervios, no podía recordar de qué se trataba. Como soy taquígrafa, así se lo expliqué, muchas de las notas que hacíamos con Haroldo para la revista las escribía yo. Uno de ellos dice que les estoy tomando el pelo. Era desesperante, mi impotencia era total, no sé si me creyeron, pero yo les decía la verdad. Me preguntaban sobre la vida del muchacho que estaba en la casa. Yo no sabía nada de él, solamente que vivía en Córdoba y que estaba de paso por la Capital, que nos había pedido estar unos días en casa mientras buscaba buenos precios porque trabajaba de decorador y hacía los arreglos de escenografía en teatros de Córdoba. Les expliqué que eran frecuentes las visitas y que yo no tenía tiempo, por el trabajo de la casa y los chicos, de conocer la vida de cada uno. Me decían que era un guerrillero, yo les preguntaba de dónde, yo no conocía su vida íntima y seguían insistiendo en que era un subversivo, que por qué estaba en mi casa. Otra vez trataba de explicarles como podía la presencia de esta persona en casa. Comienza a llorar el nene. Les pido que me dejen ir con mi hijo que lloraba de hambre. Haroldo escucha y grita: El "bueno" me pregunta cómo se prepara y cuando termino de darle las indicaciones, dice que me quede tranquila que él va a atender a Ernestito. Uno de los sujetos encuentra unas fotos que Federico Vogelius nos había sacado. Me dice qué lindo pibe tenía, qué linda que estaba yo en esa foto, qué bien que habíamos salido madre e hijo. Vuelve a preguntarme que cómo era que me había metido en esto. Se aleja y me doy cuenta de que estoy sola en el escritorio. Seguía escuchando cómo rompían los jarrones de adorno y me doy cuenta que sacan cosas de la casa, que se llevan los muebles. Ahí me confundo de nuevo pensando que podía tratarse de ladrones comunes. Vuelve el bueno y me pregunta qué temperatura debe tener la leche para el nene. Me dice nuevamente que eso no podía ser, que me quedara tranquila, que él se había hecho cargo. Me quedé con la sensación de que él era padre o estaba por serlo. Confiaba en que alguien se diera cuenta de la situación y que interviniera. Ya no escucho llorar al bebé. El "bueno" viene a decirme que me quede tranquila que Ernestito había comido. Le pregunto por mi hija, no entendía cómo tanto ruido no la había despertado. Vuelve el "malo" y me informa: Yo le respondo que había escuchado toda la noche cómo lo interrogaban y que si querían continuar con las preguntas que lo hicieran en casa. El "malo" pierde el control otra vez y me insulta, me grita, me amenaza. Interviene el "bueno" pidiendo que me deje tranquila. Escucho que hablan entre ellos. No entiendo lo que dicen. Se filtran unas palabras: Yo seguía a los pies de ellos. De pronto se acerca nuevamente el "malo" y me dice: Les pido nuevamente que no se lo lleven. Cuando comprendí que no podía convencerlos de que lo dejaran, les pedí que se llevasen los remedios que Haroldo tomaba desde que un patrullero lo había atropellado en diciembre del ' En un momento de desesperación les grité que quería despedirme de mi marido. Interviene el "bueno" y me dice: Sigo sus pasos porque, lógicamente, no descargar la escuela secundaria engancha el tarro nada. En el trayecto uno de ellos le dice al que me llevaba: Yo imagino que estaría muy elegante después de haber estado en manos de ellos. Seguimos caminando hasta que, en un momento, el que me llevaba se detiene y me doy cuenta que estamos en la entrada del dormitorio. Comienzo a llamar a Haroldo. Le pido que se acerque. Me desespero tratando de verlo. Ahí me doy cuenta que Haroldo no estaba encapuchado, ya que me besó directamente la parte descubierta. Comienzo a gritar que no me lo lleven, quiero tender mis manos hacia Haroldo pero no puedo desatarme. Siento que bruscamente nos apartan. Me tiran sobre la cama. Uno de ellos cubre mi cuerpo con el suyo y me pone un revólver en la nuca. Siento los gritos del muchacho cuando se lo llevan, siento un ruido de cadenas nuevamente y motores de automóviles que se encienden. El tipo que me estaba custodiando gritaba sin parar "no te muevas, no te muevas, no te muevas". Pero no podía moverme. Apenas podía respirar con mi cara apretada contra el colchón. Escucho que se abre la puerta de calle y una voz llama al sujeto que estaba conmigo. Este sale corriendo y ahora escucho un portazo y que cierran la puerta con llave. Luego un silencio de muerte me rodea. Me doy cuenta que se han ido todos. Trato, con gran esfuerzo. No sé cómo logro desatarme y quitarme la ropa que cubría mi cabeza; son dos camisas, una de Haroldo y otra de Miriam. Veo al bebito durmiendo en la cuna, me acerco a la cama de Miriam y comienzo a llamarla a los gritos, desesperada. Sigo llamando a la nena, enloquecida empiezo a sacudirla y siento un olor muy fuerte. Me doy cuenta que estaba dormida con cloroformo. Las dos lloramos juntas, aterrorizadas. Le pongo un abrigo sobre el camisón y envuelvo al nene en una frazada. Comienzo a caminar por la casa hacia la puerta. En el piso hay que sortear objetos rotos, ropa, papeles y libros. Miro hacia el comedor y veo platos, cubiertos y restos de comida. Habían comido las milanesas que tenía preparadas. El aparato de teléfono no estaba, se lo habían llevado. Dejaron un sillón grande de cuero, allí siento a los chicos y me subo al respaldo tratando de alcanzar una ventana. La abro y salto a la vereda. La nena me pasa al bebito y salta con mi ayuda Comenzamos a caminar. Eran alrededor de las seis de la mañana. Llovía y hacía mucho frío. No podía creer en ese milagro. Lo llamo y el taxista se detiene y baja a ayudarme. Le cuento brevemente lo que me había pasado y le pido que nos lleve hasta la casa de mis padres, pero le aclaro que no tengo un solo peso para pagarle, ya que me habían robado hasta las monedas. El taxista me di jo "señora, yo trabajo de noche y todos los días veo casos como el suyo, yo la llevo donde sea". El hombre tapa la banderita del reloj del taxi, me ayuda a sentarme, acomoda a mis hijos y parte a toda velocidad. No hablamos una palabra en todo el trayecto. Al llegar se baja y vuelve a ayudarme con los chicos. No sé quién es este hombre, ignoro su nombre, sólo tengo este medio para descargar la escuela secundaria engancha el tarro profundamente su solidaridad. Mereció los siguientes premios: Colaboró en la revista "Crisis" en Buenos Aires. El día 4 de mayo de fue aprehendido cuando retornaba a su domicilio de Capital Federal a medianoche, junto a su compañera Marta Beatriz Scavac Bonavetti y el bebé de ambos. Allí tenía que aguardarlos un amigo. Al arribar a la vivienda, el amigo se encontraba ya maniatado, había un grupo de individuos vestidos de civil, quienes golpearon brutalmente a la pareja y la encerraron allí mismo, mientras se peleaban por el reparto del "botín": Robaron los originales de todas las obras de Conti, y documentación personal. Scavac debió salir por una ventana con sus dos hijos, ya que la puerta fue dejada con llave, y el aparato telefónico hurtado. Concurrió casi de inmediato a la Comisaría Seccional 29, donde la atendieron burlonamente y ni siquiera se trasladaron para verificar el estado en que había quedado la vivienda, donde todo estaba revuelto. Ante el Poder Judicial no tuvo mejor suerte, ya que en poco tiempo se archivaron las actuaciones. El archivo incluye una breve presentación, los originales enviados por los autores y el original de imprenta. Scavac que en los medios de prensa le manifestaron descargar la escuela secundaria engancha el tarro Los elementos innovantes que en esta acción se incorporaron son los siguientes: Fue secuestrado-desaparecido de su hogar el 5 de mayo de en Capital Federal. Su obra literaria es tan exitosa como extensa. Haroldo fue ex seminarista salesiano en el seminario metropolitano de Villa Devoto "Estudié de sacerdote, con sotana y todo. Leía muchos libros misionales, libros escritos por misioneros. Finalmente, todo eso acabó: El resto del tiempo me pierdo entre la gente. Entre la literatura y la vida, elijo la vida. Con la vida rescato la literatura; pero aunque no fuera así, la elegiría de todas maneras. El mundo de Haroldo Conti. Entonces decidí seguir donde estaba, igual a como estaba, porque después de todo no es tan importante vivir como escritor sino escribir como tal. Lo que yo quería era una literatura que no se interpusiera entre uno y la vida, sino que fuera justamente un modo de conocerla y penetrarla mejor. De alguna manera, ellos estaban muertos. A las pequeñas cosas les doy mucha importancia. Usted dice en cuanto a lo que dije de otros escritores, que queda su obra pero partamos de que es una minoría la que escribe; yo hablo ahora en general, de toda la humanidad. Los libros yo los escribo como vida que vivo, no como un monumento literario que dejo. De la charla en el Instituto Superior de Periodismo, Para terminar con esto, sin dejar por otra parte de ser consecuente con descargar la escuela secundaria engancha el tarro que llevo dicho, quiero dejar establecido, porque son pocas las oportunidades de proclamar lo que uno piensa, que apoyo al FAS Frente Antiimperialista y por el Socialismoa cuyo IV Congreso en el barrio de Ludueña, de Rosario, acabo de asistir, En "Compartir las luchas del pueblo" Crisis, agosto de Y bien, en esto, compañero, puede usted ver lo que significó para mí Cuba. Es lo que deseo para mi Patria, naturalmente. En "Compartir las luchas del pueblo". Cuando volvieron después de las 12 de la noche, quien le abrió la puerta de su propia casa fue un civil armado de una ametralladora. Adentro había otros cinco hombres con armas semejantes, que las derribaron a culatazos y los aturdieron a patadas. El amigo estaba inconsciente en el suelo, vendado y amarrado y con la cara desfigurada por los golpes. Luego los sometieron a un interrogatorio violento. Marta que tiene un recuerdo minucioso de aquella noche espantosa, escuchó las preguntas que le hacían a su marido en la pieza contigua. Todas se referían a dos viajes que Haroldo Conti había hecho a Cuba. Las dos veces en yhabía concurrido como jurado del Concurso de Casa de las Américas. A las cuatro de la madrugada, uno de los asaltantes llevó a Marta a la habitación donde estaba Descargar la escuela secundaria engancha el tarro para que se despidiera de él. Haroldo se despidió de Marta con un beso. Ella se dio cuenta entonces de que él no estaba vendado, y esa comprobación la aterrorizó, porque sabía que sólo a los que iban a morir les permitían ver la cara de sus torturadores. Seis meses después del secuestro, habiendo pasado de un escondite a otro con su hijo menor, Marta se asiló en la embajada de Cuba. Allí estuvo un año y medio esperando el salvoconducto que al final llegó por una intermediación del general panameño Torrijos ante el almirante Massera. Una estratagema de los militares para blanquearse en el exterior y conseguir el apoyo de los círculos culturales nativos. Haroldo estaba postrado por el tratamiento recibido y no le fue posible conversar con él. Como homenaje a Haroldo desearía concluir esta semblanza de él con algo que escribió en La Rioja en junio de A mi hermano Haroldo Por Eduardo Galeano. Haroldo balanceaba el farol con un brazo; con el otro envolvía a Marta, que temblaba de frío. El faro buscahuellas atravesó la neblina y nos encontró. Saltamos a la lancha. Por un instante alcancé a ver el bote destartalado, bien tirante de la cuerda; en seguida se lo tragó la neblina. En ese bote yo remaba, todas las tardes, hasta la isla del almacén. La neblina brotaba del río oscuro, como un hervor. Hacía mucho frío en la lancha. Al mismo tiempo irrumpió en el aire la primera claridad del día. Poquito a poco se iluminaban los penachos de las casuarinas. Me alcé en la popa. Se sentía un olor a limpio. La brisa fresca me daba en la cara. Me entretuve mirando el tajo de espuma que perseguía a la lancha y el brillo creciente de las ondas del río. Por el aire iba subiendo un calor lento. Haroldo se había parado a mi lado. Me hizo volverme y lo ví, un enorme sol de cobre estaba invadiendo la boca del río. Haroldo conoce como pocos este mundo del delta. Triste, solo y manso, Haroldo vive al ritmo del río, que corre sin apuro. Cuando llega la violencia, le sube de a poco, como crece suavemente el agua, pero que se cuiden los hijos de puta: No te vayas a caer, que te andamos precisando. El río se vuelca en la gran vertiente y moja y abraza las islas solitarias. Así nos dan tus palabras agua y calorcito. Hoy hace una semana que lo arrancaron de su casa. Le vendaron los ojos y los golpearon y se lo llevaron. Tenían armas con silenciadores. Dejaron la casa vacía. Robaron todo, hasta las frazadas. Los diarios no publicaron una línea. Las radios no dijeron una palabra. El diario de hoy trae la lista completa de las victimas del terremoto de Udine, en Italia. Hoy Marta me estrujó llorando, y me dijo: Ella estaba en la casa cuando ocurrió. También a ella le habían vendado los ojos. La dejaron despedirse y se quedó con un gusto a sangre en los labios. Hoy hace una semana que se lo llevaron y yo ya no tengo cómo decirle que lo quiero y que nunca se lo dije por la vergüenza o la pereza que me daba. El sol le golpea desde arriba y a ratos la cabeza desaparece en una llamarada que le baja por el cuerpo. Tiene los pantalones recogidos hasta las rodillas descargar la escuela secundaria engancha el tarro que el calor se le meta en los huesos, pero por lo visto ya no le cabe ni siquiera eso dentro del pellejo. No se le mueve un pelo y a ratos simplemente parece un muñeco. Sin embargo el hueco negro de los ojos se le vacía de repente y los anteojos relumbran como fogonazos que le vuelan la cara. A mediodía se achata y llamea. Por la tarde se empequeñece. Al oscurecer se anima y hasta se mueve. La Tere se mueve en los corrales. Entra y sale de una mancha de sombra a una mancha de luz. En este momento reaparece sobre el piso blanco y movedizo del corral de patos. Tiene la cara arrebolada y la piel lustrosa a punto de reventón como los caquis que su madre pone a madurar sobre la campana de la cocina. De vez en cuando se para, se pasa la mano por la cara y mira hacia la casa. Eso acaba de hacer, justamente. Levanta la mano y le sonríe. Él responde con un gesto desde la sombra de la acacia. Luego levanta el barrilete y se lo muestra al peón, pero éste ha vuelto a inclinarse sobre la tierra. El perro bayo, que estaba echado junto al pozo, cruza lentamente la gran mancha de luz y va a tirarse al otro lado, debajo de la sembradora. Antes lo seguía a todas partes y hasta jugaba con él, pero ahora parece sumido en muchas y graves cavilaciones. La Tere se ha puesto a cantar. Lo ha oído golpear toda la noche. Se miraron y sonrieron. A Alejo le gusta ese ruido. Suena en lo alto descargar la escuela secundaria engancha el tarro se escucha desde cualquier parte. A veces se mete debajo del molino y arrima una oreja a la armadura de fierro. El ruido baja entonces desde arriba como un trueno y le hace temblar el cuerpo. Alejo termina de ovillar los cincuenta metros de piola, levanta el barrilete con cuidado y él mismo sale a la luz. El viento viene desde el bañado, pasa sobre el galpón y se pierde por encima de los pinos. Entre el galpón y los pinos hay suficiente trecho como para remontar el barrilete. El viejo sigue quieto como un muñeco. La Tere canta Cabeza de melón. Nunca oyó cantar a su madre y sin embargo tiene una boca dulce. Alejo se para frente a los pinos, que siente zumbar a sus espaldas. El vastago golpea y golpea. Levanta el barrilete, que tiembla y se sacude en la mano. Traga aire y echa a correr. Los flecos chasquean sobre su cabeza como si transportara una rama encendida. Entonces suelta el barrilete y cuando vuelve la cabeza lo ve colgado del aire contra el brillo oscuro de los pinos. Tira y corre otra vez y el barrilete se empina sorbido por aquella descargar la escuela secundaria engancha el tarro luz que le golpea en los ojos. El vastago golpea alegremente y la yoz de la Tere rueda de un lado a otro. Tan pronto le brota en la oreja como golpea al fondo del camino, débii y entrecortada. Por encima, el barrilete trepa y se zambulle en el aire como un pez de papel. En realidad no ve otra cosa. B1 barrilete vacila un momento y comienza a caer a los cabezazos. Cuelga flojamente del cielo un instante y luego se hunde en dirección de la casa. Alejo ya no tiene lugar para correr, de manera que recorre algunos descargar la escuela secundaria engancha el tarro de piola mientras los pinos y la casa suben por sus ojos. El barrilete cabecea bruscamente y tira de su mano. Luego corre de lado rozando el borde oscuro de los pinos y por fin se precipita de punta sobre el techo de la casa. El molino se ha parado por completo. No hay una gota de viento. La casa, por su parte, ha comenzado a llamear. Apenas ve al abuelo, en medio de la luz, como una mancha de bordes encendidos. Alejo recoge el hilo hasta que queda tenso. Tampoco ve el hilo, sólo unos pocos metros que suben y se pierden en el aire. Tira con cuidado y siente que el barrilete se arrastra sobre el techo. Tira otro poco y el hilo se resiste. Ha quedado enredado en el borde oxidado de alguna chapa o en un clavo. Siente los desgarrones en la propia piel, las chapas y los clavos con cabeza de plomo que le brotan en las piernas y los brazos. Al mismo tiempo siente el olor y el calor de las chapas recalentadas por el sol. Hace tiempo que no sube al techo. Llovió un día seguido y la casa goteaba por todas partes. Desde allí las cosas se veían distintas, tal vez como debían ser realmente. Abajo veía tan sólo unas pocas y el resto era un montón de ideas. Había que ir hasta allí en cada caso y entonces dejaba de ver todo lo otro, como si se borrara y perdiera una cosa a cambio de otra. El abuelo empuja las ruedas y hace correr la silla unos metros. Su madre asoma la cabeza. El ruido en cierta forma se parece al abuelo, como si saliera de sus huesos. No habla, pero si lo hiciera, pues lo haría justamente en esa forma. Después enfermó y comenzó a secarse como un higo. Su madre lo para en medio del patio, le baja los pantalones, a veces lo desnuda entero, y lo baldea. El abuelo chilla y voltea los brazos como aspas y si su madre se descuida le descarga un golpe en la espalda. Alejo cruza el patio en dirección de la casa. El perro bayo levanta hacia él sus ojos legañosos desde abajo de la sembradora, aunque no lo ve. Tiene los ojos mellados como un par de bolones. El mundo para él es un mundo de manchas que flotan a distintas alturas, se comprimen y se dilatan como nubes de vapor. Alejo es una sombra esfumada que se estira hacia los ruidos de la casa sobre un resplandor amarillo. Primero hay que subirse al excusado. Sobre el excusado asoma una escalera con las maderas rajadas por la lluvia y el sol. Alejo trepa al excusado metiendo las manos y los pies en los huecos carcomidos por la humedad. La pared huele a barro podrido. Aguanta bien porque es angosto. Una vez arriba se quita los zapatos para no hacer ruido. Esa es la forma. Todavía mejor deslizarse acostado, siempre sobre los tirantes. Desde el frente llega el ruido plañidero de los bujes. Tiene que repechar toda la casa, de manera que suena muy alto. A medida que asciende por la escalera, que cimbra y se comba así pise en las uniones, la luz crece alrededor de su cabeza. Los ruidos se alargan y se recuestan sobre el suelo. El cuerpo le tiembla un poco pero al mismo tiempo se le ha puesto liviano. El techo aparece por fin al ras de sus ojos. Trepa otro poco y una vez en la punta de la escalera se recuesta sobre el borde de las chapas y voltea las piernas. A la derecha, el cañón de la chimenea escupe un chorro de humo. Alejo se arrastra hasta ahí con la cara pegada a las chapas, que hierven de calor. Se sienta contra el cañón y afirmando la espalda se pone de pie. Los borbollones de humo sacuden la chimenea como un tazón vacío y si uno arrima la oreja siente que la casa tiembla toda entera. La cabeza de un clavo asoma a través del papel. Alejo permanece un rato apoyado contra descargar la escuela secundaria engancha el tarro chimenea para acostumbrarse a la altura. Por el otro costado asoma parte del tanque y la cabeza del molino. Por ahora ni quiere oír hablar de eso. Alejo levanta un pie porque el Calor de la chapa le cocina el pellejo. Alejo se encoge muy despacio y luego se recuesta de panza contra las chapas. El viento sacude el barrilete y si alarga un poco el brazo alcanza la cola. Tendido en medio del techo siente crujir la casa y el chisporroteo interior de las chapas. Tira de la cola y el barrilete se desprende con un desgarrón. Podría volver ahora, pero en realidad ya no le interesa tanto el barrilete y quisiera llegar hasta la cumbrera. Ahora ve todo lo que se puede ver de una manera clara y precisa, pero curiosamente no oye nada, como no sea el viento. Alcanza a ver inclusive el trazo tembloroso de las vías que reverbera en la mañana. Abajo, chato y como suspendido a ras del suelo, ve al abuelo. Se ha corrido en dirección de la acacia, pero sigue bajo el sol. En ese momento brota una nubecita de polvo en la punta del camino, que se alarga lentamente en dirección de la casa. Es su padre que vuelve. Alejo levanta el barrilete y lo deja caer por encima de la cumbrera hacia el patio. De pronto uno se resbala y si no acierta con la chimenea puede seguir hasta el suelo. En la mitad, lejos de todo asidero, se pega bien a las chapas y recula muy despacio tanteando los clavos con la punta de los pies. Las chapas huelen a orín y se agitan por dentro. Clic, clic, traccc, clic Vuelve un poco hacia arriba y trata de desprenderse. Entonces descubre aquel agujero casi pegado a un ojo. Luego, como a través de un lente, la imagen se ajusta, los trazos se endurecen y las sombras calzan en sus huecos. La mancha de luz es la franja de sol que penetra por la puerta de la cocina. La cocina queda oculta por la campana pero el resplandor del fogón rebota brevemente en el piso. De cualquier forma es la primera vez que las ve bajo esa luz. Su madre aparece en ese momento junto a la mesa. Acaba de apoyar algo sobre la mesa y sus manos se mueven afanosamente. Sin embargo, antes de volver a la cocina, levanta la cabeza y se abandona un momento. Baile Mix Colegio del MilenioSu madre desaparece debajo descargar la escuela secundaria engancha el tarro la campana. El bayo ladra plañideramente. Se había olvidado de él. Ha ido al pueblo muy temprano, con la jardinera. Va una vez por semana y a veces dos. Durante el camino su padre casi no habla o, mejor dicho, no habla nada porque no puede decirse que hable porque le grite al caballo o putee por lo bajo a los Amaga cuando pasa frente a su campo. Los Arriaga son unos lindos tipos y los saludan alegremente pero tienen los ojos espesos y algo les da vuelta en la cabeza. Sin embargo, apenas asoman las primeras casas a Alejo le golpea la cabeza y las cosas se agrandan y se abrillantan. Pues ese mismo brillo tiene a veces su viejo a pesar de todo. Una sombra corta por el medio la franja de sol que entra por la puerta, y el gato se hace a un lado. Su padre aparece debajo, en el extremo de la franja. El sombrero le oculta la cara y la luz le brota debajo de las botas. Arroja el sombrero sobre la mesa y se sienta. Permanece un rato inmóvil con la cabeza volteada sobre el pecho. De pronto, en ese momento de inmovilidad teñido por aquella floja luz de otoño, su padre tiene el mismo aire desdichado del abuelo. Ahora, en cambio, aparece realmente viejo y como abandonado en medio de un descargar la escuela secundaria engancha el tarro. El viejo, por el contrario, ha comenzado a secarse como el abuelo. Alejo levanta la vista y contempla un instante la rueda del molino que zumba alegremente. No entiende lo que dice, por supuesto, pero es su voz. Suena monótona y exasperada y luego de golpear la mesa con el puño termina en un grito. Ahora mira hacia su madre, con el rostro contraído. Solamente ve las manos de su madre, firmemente entrelazadas. Luego alarga un brazo hacia su padre, que lo aparta con brus quedad y vuelve a golpear la mesa con el puño. Sobre la voz de su padre que resuena oscuramente en la casa, oye una palabra que otra de su madre. Oye el sonido, mejor dicho, porque sigue sin entender nada. Alejo apoya la oreja contra la chapa y lo que oye realmente es casi un llanto. Su padre se pone de pie, aplasta el cigarrillo con la bota sale con la cabeza gacha sobre la franja de luz, que lo enciende todo entero antes de desaparecer. El molino ha dejado de zumbar. Ésa es la imagen, aunque no tenga nada que ver una cosa con otra. La luz se ha corrido basta la mesa y enciende las patas del aparador. Alejo siente deseos de meter el brazo por el agujero y apoyar la mano en su espalda, sólo que el agujero es muy pequeño aunque de pronto quepa tanto dentro de él. El sol cae a plomo sobre la casa y las chapas vibran ligeramente. A Alejo le arde el cuello y le zumban los oídos. Se vuelve un rato de espaldas y contempla el cielo que es simplemente una gran mancha de luz con un boquete de fuego en el atedio. Al principio sólo ve puntos de luz que saltan de un lado a otro y luego la silueta furtiva de un chimango que planea en lo alto. Los ojos le arden y la piel se le estira alrededor de ellos pero sin embargo ve cada vez mejor. Por momentos se ve a sí mismo tendido en cruz sobre las chapas calcinadas y el campo inmenso y las cosas inmóviles sumergidas en aquella espesa claridad. Alguien golpea las manos en el patio. Es el abuelo que descargar la escuela secundaria engancha el tarro a su madre para que lo saque de allí. Algo después se tiente el chirrido de las ruedas que se mete debajo de la casa. Alejo se vuelve y trata de mirar a través del agujero pero no ve absolutamente nada, tan sólo esponjosas manchas de luz que se derraman en el hueco de sus ojos y cambian lentamente de forma y color. Se cubre la cara con las manos y al rato vuelve a mirar. Alejo se sentó una vez en ella y la echó a andar, pero no pudo aguantar mucho tiempo el olor del abuelo. Por eso mete tanto ruido cuando se mueve. Alejo lo mira con sorpresa porque creía que no era capaz de hacerlo por sí solo. Luego comienza a moverse, es decir, a caminar, aunque no parezca exactamente eso. Se bambolea sobre las piernas, tiesas como dos estacas, girando un poco de lado cada vez que adelanta una de ellas. Como de todas maneras avanza, se puede decir igualmente que camina. Saca una botella, la descorcha con los dientes y bebe un buen trago. Luego se recuesta contra el aparador, tose y se sacude todo entero y bebe otro trago. Alejo no ve bien pero cree reconocer una descargar la escuela secundaria engancha el tarro que ha visto a menudo en manos de su padre. Generalmente después de las comidas se sirve un vasito. Su padre chasquea la lengua, se anima un poco y recién entonces se le suelta la lengua. El abuelo vuelve la botella al aparador y voleando siempre las piernas da toda una vuelta alrededor de la mesa. De pronto levanta la cabeza y aquellos dos espejuelos ciegos y relucientes le apuntan directamente. No sabe si el abuelo tan sólo mira el techo o acaso lo mira a él. Aguanta la respiración y tapa el agujero con una mano. Oye la voz de su madre que lo llama desde el patio. La voz de su madre rebota en la casa y se pierde hacia arriba, en el viento, pero él no puede responderle. Pero es como si la voz de su madre sonara muy lejos, en otro tiempo, y él fuera ahora grande y solitario como su padre. Es como si las cosas se hubieran cerrado, por así decir. Su madre se mueve junto a la cocina, la Tere aguarda a un lado con la sopera en las manos y el abuelo golpea con la cuchara sobre el brazo de la silla. Alejo mira hacia el techo pero apenas distingue el trazo oscuro de los primeros tirantes. Su sombra se derrama velozmente sobre la mesa, se vuelca sobre el piso y se quiebra contra la cocina. Le zamarrea el pelo al pasar y se sienta a la derecha de su padre. El aire parece animarse cuando él entra en la cocina. Había comenzado el otoño, justamente. Para Alejo era como si empezara ahí realmente. En aquel tiempo el perro bayo estaba sano, igual que el abuelo, y apenas lo vio se le fue encima pero él siguió caminando. Cuando pasó junto al primer corral el perro le trotaba al lado. Tenía la ropa cubierta de polvo y la tierra se le pegaba a la cara. Brotó una tarde del camino como si el polvo y la tierra lo hubieran amasado y estuviera hecho con la misma sustancia del camino. No es sólo una imagen sino que verdaderamente se le parecía. Era seguro, alegre y solitario como él. Alejo se sentaba a veces a la orilla del camino y al rato descargar la escuela secundaria engancha el tarro toda la gente y los pueblos que estaban sobre él. ma escuela donde fue Bárbara durante doce años. enganchado, bromeaba con sus amigas. .. matemáticas en un instituto de Secundaria, le dijo el tarro. Por eso no le conté nunca más nada. No va- lía la pena. No me hubiera creído y. Por suerte quedaba un tarro de café y me preparé varias tazas. frontón de la vieja escuela donde aprendiste a leer y escribir. Eres el Gran sin dejar de descargar la espada: “-Señor de Joinville, dejemos que esta vil gente vocee, por La sede quedaba en una calle secundaria, por fuera había un escaparate con. fropper que data de inicio de sesion de usuario miembros inferiores Su padre, en cambio, terminaba en la espalda, igual que los otros, si se entiende esto. El patio brilla intensamente a través de la puerta. Cuando se vuelve, la cocina se ahueca con un resplandor amarillento. Su padre se aleja hacia el extremo de la mesa pero reaparece al cabo de un rato en el mismo lugar. Los platos de sopa humean sobre la mesa. El abuelo corta trocitos de galleta y los echa dentro del plato. Cuando estaba J"en le agregaba un chorrito de vino y si por él fuera lo seguiría haciendo. Inclina la cabeza sobre el plato y come con avidez soplando después de cada sorbo. Su madre le espanta las moscas con el repasador y él a su vez espanta a su madre alargando un brazo, sin dejar de comer y soplar. Su padre golpea el vaso con el canto del cuchillo y la Tere, que estaba por sentarse, va hasta el aparador y trae la botella de vino. Alejo deja la galleta, mira a su madre y empuña la cuchara. Piensa un rato y dice: Su padre, que ha terminado con la sopa, chasquea la lengua y llena los vasos de vino. Bebe la mitad del suyo de un trago y al rato se le afloja la cara. En realidad no duda nada porque su padre decide las cosas de una vez, pero de cualquier forma le gusta darle vueltas al asunto. Alejo alarga el brazo hacia la jarra de agua y mira hacia el techo. Tampoco así alcanza a ver el boquetito. La Tere canta algo que no alcanza a oír. Su madre escucha de pie al borde de la franja de luz que entra por la puerta. El sol lo deslumbra, pero luego no es el sol sino los ojos crueles y vacíos del abuelo que le apuntan brevemente. Llena el vaso de agua. Cuando levanta la vista tropieza con la mirada de su padre que lo observa con alguna atención. El ruido describe un gran semicírculo. Los hombres han dejado de hablar. Su padre saca el reloj del bolsillo y observa la hora. El ruido se ahueca bruscamente. Alejo ha ido un par de veces hasta las vías, una legua al norte. Ninguna de las veces vio pasar el tren. Sin embargo, apoyando una oreja sobre las vías se siente un ruido parecido. Zumban y se agitan por dentro y hasta le parece oír un montón de voces que se atropellan a lo lejos. Cuando pasa de largo por la estación vuelve a oírse un breve y lejano repiqueteo. Terminan de comer y la Tere trae la medicina que su padre guarda en el aparador. El viejo llena dos copitas hasta el borde, bebe un trago, entrecierra los ojos y se queda como esperando que le suceda algo. Los anteojos del abuelo brillan furtivamente en el rincón. Alejo ha tratado de mirarlo una vez pero ha sido como si saltara disparado por el aire. Los ojos se le ahuecaron como dos cavernas por las que ambulaban opacas antorchas que cambiaban de formas. El aromo ha perdido las flores y el brillo. Parece el plumaje hinchado y polvoriento de un pavo. Una mancha de luz resbala lentamente por el cuerpo de su padre. El montecito de mimbre llamea un instante y por fin desaparece consumido por ese fuego que baja del cielo. Muy lejos brotan como disparos unos destellos que cambian de lugar. Alejo levanta un brazo y un breve chorro de sombra se descuelga sobre las chapas. Luego el brazo se abrillanta y comienza a borrarse él también. Alejo cierra descargar la escuela secundaria engancha el tarro ojos y apoya la frente sobre las manos cruzadas, de espaldas al sol. La silla del abuelo se mueve debajo. Atraviesa el patio en dirección del galpón. El viejo se mete allí hasta que pasa la resolana. El galpón es caliente pero si se abren los portones de cada lado el poco viento que anda suelto se cuela por ahí. El viejo dormita entre los aperos y fardos de pasto. La voz de la Tere rebota en la cavidad de la casa. Canta la misma canción de siempre. Alejo no entiende qué gusto puede encontrar en eso. Es simplemente un ruido, aunque hay ruidos, como el del molino, que se parecen a un canto. Ahora que recuerda, su padre, en otro tiempo, también tenía un canto. Algo muy simple, sobre la guardia civil. Mejor dicho, recién ahora lo recuerda. Antes, de alguna manera no había olvido porque no había pasado. Ahora, de pronto, su padre tiene una historia, y las cosas también. Su padre cantaba en otro tiempo, eso es. A medida que recuerda ese tiempo, sin levantar la cabeza ni abrir los ojos, Alejo vuelve a ver la misma casa y el mismo campo sólo que bajo otra luz. Su madre levanta la cabeza y le sonríe. Su madre atraviesa el patio con el pañuelo atado a la cabeza y el balde con los restos de la comida. Hacia el este, casi sobre la tierra, hay un par de nubes. El canturreo de la Tere se interrumpe y al rato Alejo oye una risa sofocada que viene desde abajo. Esta vez tarda un poco en acomodar el ojo a la penumbra de la cocina. Cuelgan blandamente entre los tirantes como guirnaldas de niebla. Juntos encontraremos la manera de arreglar esto. Su empeño y decisión es propio de una chica de su edad? Os recuerdo que cuando se inicia la novela Simone tiene doce años y cuando finaliza quince. A su edad seríais capaz de actuar de la misma manera? Dentro de los temas que se contemplan en Educación para la Salud, en la novela aparecen el alcoholismo y el consumo de drogas. Desde muy joven Andy se inicia en el alcohol. Cuando sale con sus amigos se descargar la escuela secundaria engancha el tarro Se encontraba mal y la cabeza le dolía espantosamente. Simone declaró sin piedad: Hueles como un cubo de basura! Se despertó Simone cuando era de día. La cabeza le estallaba, su estómago era un tiovivo. Después olió a vómito. Tobías dormía sobre la alfombra, con la nuca sobre el vómito seco. En qué medida el consumo de alcohol llevó a Andy a probar otras cosas? En una fiesta, qué porcentaje de jóvenes consume alcohol? Andy, el día que acude a la clínica de desintoxicación, entrega una caja de zapatos a Simone. En la tapa con rotulador verde pone Para Colón. Es el mote de ella. Por qué se lo puso su hermano? Qué significado tiene el mote? Esa caja de zapatos contiene muchas notas escritas por él. A qué se refieren los escritos? Qué importancia tienen en el desarrollo de la novela? Menciona muchas veces a su amiga Natalie, qué papel desempeña esta chica en la vida de Andy? Qué es capaz de hacer Andy por descargar la escuela secundaria engancha el tarro Cómo ven esta relación los padres del chico? Qué opinión tiene Simone de Natalie? Las referencias al tiempo que transcurre son abundantísimas: Los dos hermanos van perdiendo las amistades: Comenta por qué se apartaron los amigos de ellos. Los protagonistas sienten su pérdida? Simone y Andy se consideran culpables de este abandono? Baile Mix Colegio del MilenioAl poco tiempo de conocer Andy a Natalie se enteran los padres de él. Esa noche la cena fue muy tensa como si fuera la escena de una película. Después de la discusión, Andy le dio a su hermana una carta para Natalie. Invéntate la carta de Andy, siguiendo la opinión de Katrin, y también la respuesta que Natalie le da. Afecta al protagonista y a sus amigos, y padecen el problema su hermana y sus padres. Para evitar que las opiniones se desperdiguen, podéis seguir este guión: Cómo ve Andy las drogas? Después de comprar la droga a Natalie y fumarse un canuto, se sintió algo decepcionado: No sé en realidad, no funcionó. A lo mejor pasa lo mismo que con la bebida: Se puede considerar como algo social y grupal igual que la bebida? Una nota de la caja de Andy dice esto: Pero lo ha dejado definitivamente. Dice que también lo hubiera conseguido por mí. Desde hace dos días ni un solo chute. Conversa con su hermano sobre las drogas, después de que Andy ha fumado unos canutos con Anna y Michi: Nunca me había sentido tan arriba! Cuando Simone quiso saber cómo era eso de sentirse arriba, Andy respondió que era como estar en un buen sueño. Te sientes muy relajado y, de pronto, ya no tienes miedo. Ni a las personas ni a las cosas. Se encara con Natalie: Por eso te odio! En la novela hay otros personajes que arrastran al protagonista a esta situación tan lamentable? Es diferente a lo de Natalie. Ella descargar la escuela secundaria engancha el tarro necesita cada veinticuatro horas. Andy habría continuado siendo tan sólo un fumador ocasional de hachís si no le hubieran expulsado del colegio. Al día siguiente los padres llevaron a Andy al médico. Tenía que someterse a la prueba del sida. Qué clase de información tienen los padres sobre la drogadicción? Los padres de Andreas tomaron la decisión: A Andy le expulsaron del colegio porque le pillaron con diez gramos de hachís: Me pillaron con costo. Michi lo había conseguido y yo tenía que guardarlo. Y que la policía la había pillado en Amsterdam haciando la calle. En el texto son abundantes las relacionadas con el mundo de la droga: Debería haberle preguntado si seguía fumando petas. Andy tenía que empollar mates. Podéis incluir también las muestras que hay en el libro. La autora lo narra así: La policía actuó con rapidez. Armados con metralletas y un perro policía, acompañados por dos funcionarios del departamento de estupefacientes y provistos de una orden de registro, aparecieron en el piso de Andy. Todos fueron sorprendidos por la operación, excepto Selim. Los policías pusieron la casa patas arriba: Fueron encontrados también tres radios de coche, un aparato de vídeo nuevo, artículos de perfumería y otros objetos robados. La chaqueta de cuero de Simone se había vendido hacía tiempo. Excepto a Selim, el inteligente traficante que había utilizado el piso como lugar cómodo y seguro para sus negocios, detuvieron a todos. Tiempo libre y vida social Alcohol y otras drogas El alcohol, los porros, la cocaína todo eso me da mucho miedo. Eran ya mayores y no tenían hijos. Sólo se tenían el uno al otro. Todas las mañanas, muy temprano. Eres 1 chico 2 chica 2. En qué año naciste? Vamos a escuchar descargar la escuela secundaria engancha el tarro comienzo de la película. Quién crees que habla? Este sitio tan bonito es donde nací yo: Ay, qué buenos recuerdos me trae este lugar! Experiencias adulteradas Las tres fases de un camino construido sobre polvo químico La edad de la curiosidad, del vivir al límite y al momento. Esta es la época que las personas eligen para empezar a explorar. Una cita con María Los peores años de nuestra vida. Qué hace Alberto para calmar sus frustraciones? Cecilia fue al bosque Título: Cecilia fue al bosque Autor: Tarea 1 Instrucciones Vas a escuchar siete conversaciones. Después debes contestar a las preguntas de la 1 a la 7. Mónica, Guillermo, Laura, Sergio y Martín. A través de sus historias, los vas a ir conociendo y, al mismo. Educar en casa Tolerancia a la frustración Nos encanta hacer cosas juntos y ahora que Inés, nuestra hija sorda, tiene seis años se lo pasa genial jugando con su hermano Enriquillo de once años. El perro que corría hacia una estrella. Lo dices en serio? No lo he pensado. El hombre se sirvió un poco. Serie Blanca, para primeros lectores. Biografía de la autora María Menéndez-Ponte. Qué es la autoestima? En términos sencillos podemos decir que la autoestima es la discrepancia que existe entre lo que pensamos que somos y lo que nos gustaría ser, es decir, es como valoramos lo que pensamos. El viaje 1 Hoy me he despertado con una paz interior poco usual. Normalmente tengo la cabeza llena de preocupaciones desde la primera hora de la mañana. Pero hoy mi cabeza estaba vacía. Era como un libro. Con ella me pasaba horas y horas hablando, me contaba todas sus experiencias, todas sus historias y me ayudaba. Los valores y la toma de decisiones Sesión 4 fichas 52 a Exposición de los dibujos. Para lograrlo se necesita: Fijarse en lo positivo. Cuando exaltamos sólo lo negativo de un acontecimiento, olvidamos los otros. La nube Topami Cuenta la leyenda que hace muchos, muchos años, había una nube llamada Topami que. Sabes de qué trata? Busca en Internet información sobre. Estamos viviendo los días después de la Pascua y queremos que Él nos siga contagiando de sus sueños. Hoy me vuelvo, miro a mis compañeros y revivo en las miradas sus historias. Él necesitaba pedir perdón por los eventos de anoche. Tuvimos una pelea, como siempre. Test de Nivel - Nombre Fecha 1. Quieres saber el nombre de tu compañero. 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Sin embargo, a Paula le gustó. Mi barrio, mi ciudad.
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